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Se acercaron tres mujeres al puesto, miraron la mesa de
izquierda a derecha y de derecha a izquierda, dos dijeron a coro: No, no tiene.
Les ofrecí mi ayuda ¿Qué desean? La señora de la silla de ruedas contestó: Un
collar rojo. Sonreí y le pregunté si tenía que ser rojo inevitablemente,
asintió y sin replicar les deseé un buen día. Ante los cien años de la clienta
casi hago una reverencia.
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A veces es por el sol, otras por el frío, los feriantes nos
prestamos telas y pinzas, unimos puestos y formamos pequeños campamentos. A
veces, muy pocas, hasta celebramos las ventas a coro. El compañero vecino del
año pasado cruzó la plaza y llegó frente a mí: ¿Me recuerdas? Te prefiero a ti de
vecina que el que tengo este año. Sonriendo recibí el cumplido. Al terminar el mercado
mi nuevo vecino señaló que pediría que nos pusieran juntos.
Y sentí que algo iba bien.