Tengo muy buen olfato y no olía a lentejas, ni suavizante.
Mientras se acercaba al puesto me fijé que su traje no llevaba una arruga,
podía ser nuevo, o no haberse sentado nunca en la vida con él. Dijo ¡Buenos días! y le pregunté a la monja si le gustaba mi puesto. Me choca el nombre y lo que
haces con botones. Su voz, igual de impoluta que su hábito, hiló una sonrisa. Me
gustan los botones desde pequeña, le conté. A mí de pequeña, nos llamaban “los
botones” y yo sonreí más. ¿Por qué? No
sé, pero a mi familia nos llamaban así. Teníais sedería, había modista en la familia,
insistí. No, no sé porqué. Y cómo me pareció un no de” no me da la gana contártelo” le
expliqué que yo era nieta del corredor, que yo no corría nada y que era ese el
mote porque el abuelo Gregorio participaba en las carreras populares de la comarca.
Me dijo que Dios te acompañe o algo del Señor amén y se marchó. Sabes, yo nunca
te hubiera interrumpido si me hubieras contado el origen de tu mote “botonera”
viernes, 25 de noviembre de 2016
jueves, 3 de noviembre de 2016
28
Me dice la modista de ojos verdes que no cosa de noche,
especialmente sobre negro. Le digo lo bonito de sus ojos y me dice que a su
hijo discapacitado le han operado y ha recuperado mucha vista .Me intereso,
emocionada por lo que cuenta. Él no habla pero le notábamos asustado, ahora es
más feliz.
Sonríe esta maravillosa mujer y mientras sostengo los
botones que ha traído me esfuerzo, sin éxito,
en no llorar. ¡Hay mujeres felices!
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HISTORIAS DE MERCADO
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