miércoles, 25 de agosto de 2010

yo quería leer el libro

Crítica de NO SABER de Jorge Alemán,
por Ignacio Castro ReyTierra restante



Huellas aturdidas que continúan el juego de los nombres. En cada hombre una máscara, el esquema de un signo mudo. En las situaciones anónimas un rostro, una personalidad que nos interroga. ¿Es esta la doble obligación del ethos poético? Mientras tanto, diré como un elogio que apenas entrevemos en este libro ecos de la teoría que se le supone al autor. No se trata tampoco de un poemario hecho a partir de buenas lecturas o de un saber de la poesía. Más bien estamos ante el verbo que brota de la materia bruta de vivir, de la zozobra ante aquello para lo cual nunca estaremos preparados.


El miedo de todas las orillas es acaso el tema de este libro, ese gemido esclavo que, a pesar de cualquier seguridad, se pasea en nuestra boca. Viajar, vivir, saber, saborear el amor a tres bandas (p. 43). Para finalmente seguir teniendo miedo de la quietud del agua. Tras viejas caídas de un antaño que siempre vuelve, quedan tres recuerdos solamente. Lo demás, pequeños aconteceres (p. 25). ¿Es entonces poco con lo que se ha de vivir? No necesariamente, pues un segundo de inocencia basta para salvar un hombre. La poesía preserva ese punto fijo que no tiene lugar, aunque aletee en todos los sitios.

... no se trata en este libro de reunir cabos sueltos, esquirlas, la ganga de una vida que discurre firmemente por otros derroteros. Ni siquiera la senda inmanente del concepto es quién para dejar atrás las vivencias, como si fuera un resto. Esta existencia sobrante es más bien la patria del hombre, la región donde ha nacido y donde morirá, en la orilla de todas las elucubraciones. Después de la muerte no hay nada, como se suele decir, porque no hay tal después. La muerte es una cosa que ocurre "antes", que es anterior, que está dentro. Digamos que la poesía es la disciplina de ese descubrimiento.
Alemán escarba en la cicatriz fundante, en nuestra torpeza animal, ese sobresalto remoto que siempre vuelve. Buscando el ángulo perfecto de un tango bailado con nadie, No saber indaga el estupor de un ser que sabe que va a morir, que nunca sabremos. Descansar en las heridas, darles forma, reconocer en ellas una lengua natal primera. Se habla desde ese mutismo inicial. Venga lo que venga después, como diría Vallejo, en el fondo no hay más que la cifra que pulsa tras cada avatar.


Madrid, 8 de septiembre de 2008.
Fuente: www.ignaciocastrorey.com/jorge.htm

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Los lacanianos son, un poco, como el i`Chin o la Pitonisa de Delfos. El sentido de sus palabras depende del estado mental del escuchante. Gracias a nuestra anfitriona por resaltar en negrita esas frases. Personalmente sin esta ayuda me hubiese perdido en el marasmo conceptual del artículo. Por otra parte Jorge Alemán reúne unas características siempre interesantes: psiquiatra lacaniano, filósofo, poeta y argentino. ¿Interesante no? Un abrazo y a continuar con lecturas tan densas y profundas.
norberto

Unknown dijo...

Sería Sibila que me iluminó en el subrayado y recorte del artículo .
De momento sigo con las greguerías de Don Ramón
..por lo que te toca :
"Al sacapuntas no le interesa sacar punta al lápiz, sino hacerla tirabuzones"



Un beso

Anónimo dijo...

Supongo que algo de razón ya tienes. Pero el verano es largo y tedioso y ya que el Pisuerga pasa por Valladolid...
Esto está mu bien, el tío Gómez siempre es un gustazo, he terminado de revisitar su Museo de reproducciones, una gozada.
Otro beso
norberto

Unknown dijo...

Haciendo los deberes, comienza así:
"Sabía que iba a hacer una experiencia tremenda, pero quise apoderarme mejor de su alma en el Museo de Reproducciones. Avanzamos por la antesala llena de yesos como si entrásemos a amarnos en un cementerio, a saber si era verdad nuestra pasión en contraste con los mausoleos.
Tenían las estatuas un recuerdo oído -porque salieron de la oreja de molde, que recogió en su tímpano el recuerdo de la auténtica estatua- de las mañanas que presenció la estatua original en su lejano alcor.
¿Eran hijas de las otras? Y por ley de herencia entran en un fondo todos los misterios de la antigüedad, la misma sonrisa, la misma idea de sus antepasados tal día de verano cuando todos son bañistas en el museo y tal día de invierno en que tienen la tristeza de lo esquelético, con esqueleto moldeado mórbidamente, esqueleto que es cuerpo y plástica de sus figuras. Resumiendo mi pensamiento, y para desconcertar a Olga, dije:
- Estas estatuas se hicieron con corsés de otras estatuas.

...parece interesante,quizás siga leyendo