María Antonia es una maniquí descabezada que a veces viaja
conmigo y que luce como nadie cualquier cosa que se ponga. Le dije a la clienta
que no se vendía, que el collar era el mío, el que llevaba por la mañana antes
de vestirme de medievala .Volvió diciendo que si no lo vendía no entendía que
hacía ahí expuesto .Pero si está estrenado, le discutí, no me importa, dijo y con
la insistencia más tierna del mundo compró el producto más exclusivo del
mercado.
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Fíjate, en un trozo de tela coses unos botones y ya está! Es
una señora sin edad, de cara blanda y piel trasparente .Mi vecina de puesto y
compañera de mercado al oírla resopla. La miro, me levanto y dice que advirtió
la polvareda que se levantó en los 100 centímetros que me separaban de la clienta.
¡Con la de botones que yo tengo! Contente, me rogaba mi amiga telepáticamente.
Me puse bien el vestido, las mangas de murciélago, la diadema y le dije sin
enfados: Yo, en tu lugar, al llegar a casa lo primero que haría es hacerme un par de collares,
en cuanto llegara. ¡Madre mía, con la de cosas que tengo que hacer! Carcajeó. ¡Mucho
que hacer y muy poca gracia, eso es lo que tienes! Tira .Y se fue sin muchas risas,
por fin.
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Sujeta la cartera con las dos manos, no lleva tacones ni
maquillaje .Pángame ese reloj, dice señalándolo ¿Se lo prueba? No hace falta,
dice entre sería y apresurada. También está en color azul, le cuento. Da igual,
aclara un poco más enfadada. No es para mí. Es un regalo, le pregunto. ¡A la
fuerza! y ahora si que sí, de mal genio cuenta que su hijo está en la cama, qué
no ha ido a dormir a casa esta noche y encima le ha encargado el regalo para su
novia. Conteniendo la risa le pregunto si se lo envuelvo para regalo ¡Como quieras,
me da lo mismo! Y le pego la pegatina Deseo que te guste en el centro del
corazón, qué digo, ¡en el centro del regalito!
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